Redacción
CDMX, 19 agosto 2025.– Aleida Alavez encabezó dos ferias de regreso a clases en la Macroplaza Cuitláhuac y el domo de Ermita Zaragoza. Con frases emotivas y llamados a la solidaridad comunitaria, la alcaldesa intentó proyectar cercanía con la gente, pero su discurso contrasta con una realidad muy distinta en las calles de Iztapalapa.
Mientras en sus declaraciones habla de igualdad, apoyo mutuo y comunidad, lo cierto es que la alcaldía enfrenta una profunda desconexión institucional. Colonias como Buenavista, Lomas de San Lorenzo y Citlalli siguen padeciendo la falta de agua, deficiencias en recolección de basura, inseguridad creciente y un deterioro evidente de los espacios públicos.
La llamada «Feria de Regreso a Clases» se ha convertido en una estrategia de maquillaje político, donde Alavez intenta demostrar logros sin resolver de fondo las necesidades estructurales de las familias. La entrega de mochilas, útiles y servicios como cortes de cabello no sustituyen las carencias permanentes de los centros escolares, muchos de los cuales operan sin mantenimiento, sin seguridad y con infraestructura deficiente.
Además, su falta de compromiso político con los principios de Morena es ya insostenible. Se ha distanciado de la militancia, de los representantes vecinales y de los cuadros históricos del partido que han caminado por años en el territorio. Aleida no consulta, no escucha, no construye de la mano con el partido que la llevó al poder.
Funcionarios del Gobierno de la Ciudad han manifestado, en privado, su molestia por la falta de alineación con las prioridades estratégicas que impulsa la administración de Clara Brugada, quien sí cuenta con un proyecto de transformación profundo y con experiencia real en Iztapalapa. Mientras la Jefa de Gobierno propone visión, Aleida se dedica al corto plazo.
Con su gestión, Aleida Alavez ha convertido una de las alcaldías clave para el proyecto nacional de la Cuarta Transformación en un terreno estéril para la organización popular. Su prioridad no es fortalecer la base social, sino construir una imagen para futuras aspiraciones personales, aún a costa del abandono institucional.
Si no hay un cambio de rumbo, su legado será el del desencanto.














