Por Arturo Gutiérrez
CDMX, 05 diciembre 2025.- El debut del microsatélite MXÁO-1 podría haber sido un triunfo para la innovación local… de no ser por un pequeño detalle: la Alcaldía no ha rendido cuentas. En el Congreso capitalino, la Diputada Claudia Montes de Oca prendió la alarma —porque las luminarias de la demarcación no prenden solas— y cuestionó la absoluta opacidad del proyecto estelar de Javier López Casarín.
¿Se usaron recursos públicos? ¿Cuánto costó? ¿Qué empresa fue contratada? ¿Qué convenios se firmaron? ¿Qué funciones tendrá el satélite para Álvaro Obregón?
A todo lo anterior, la administración ha dado la misma respuesta: silencio total.
La diputada denunció que este comportamiento no es un accidente, sino un patrón. Recordó los episodios ya célebres de obras inútiles y fallidas de gobiernos anteriores —esas “macetas voladoras” que parecían esculturas de ciencia ficción sin propósito, y las escaleras eléctricas que jamás funcionaron— para advertir que el nuevo “hito” de López Casarín podría ser simplemente la versión espacial del mismo guion.
Mientras tanto, lo urgente sigue sin resolverse. Las calles se hunden entre baches, la basura se acumula como si fuera patrimonio cultural, los parques lucen abandonados y la inseguridad se vuelve un problema cotidiano.
Pero la Alcaldía, estratégica como siempre, apuesta su capital político a un satélite.
Montes de Oca ironizó desde tribuna: “Hay más claridad en la órbita del MXÁO-1 que en la gestión del alcalde”. Y no le falta razón. El Punto de Acuerdo exige que la Contraloría investigue el proyecto de arriba abajo, que el Órgano Interno de Control determine si hubo gasto indebido, y que todos los documentos —contratos, pagos, convenios— se hagan públicos.
La pregunta que queda flotando es inevitable:
¿Por qué un gobierno local necesita un satélite antes de poder mantener iluminada una colonia?















