Por Arturo Gutiérrez
- Xóchitl Bravo denuncia la politización de los mercados públicos, pero omite nombres y responsabilidades. El clientelismo en estos espacios lleva décadas enraizado y muchos de sus operadores son aliados del propio partido.
CDMX, 07 agosto 2025.- Uno de los momentos más elocuentes del discurso de la diputada Xóchitl Bravo fue cuando afirmó que “los mercados públicos no pueden ser botín político de nadie”. La frase despertó aplausos, pero también una serie de preguntas incómodas. Si existe ese botín, ¿quién lo administra?, ¿quién se beneficia?, ¿y quién lo ha permitido?
Durante décadas, los mercados públicos y tianguis han sido espacios controlados por liderazgos que mezclan funciones gremiales, políticas y hasta delictivas. En muchos casos, estos actores operan bajo la protección de partidos, autoridades delegacionales o estructuras clientelares. Morena no ha sido la excepción.
Pese a reconocer los conflictos internos, como las múltiples mesas directivas que compiten en un solo mercado, Bravo no se comprometió a impulsar mecanismos de democratización, transparencia ni rendición de cuentas en estas estructuras. Tampoco hizo referencia a reformas que puedan blindar a estos espacios del uso electoral, como la regulación del uso de padrones o del financiamiento opaco.
La denuncia de que los derechos de las y los comerciantes se ven rebasados cuando se politizan los espacios es válida, pero resulta insuficiente sin acciones concretas para desarticular el sistema clientelar que ha crecido en paralelo con el comercio informal.
Hablar de botín político y no nombrar a los responsables es, en el mejor de los casos, una omisión conveniente. Y en el peor, un reflejo del doble discurso institucional.














