Infancia en riesgo: la negligencia ante la trata y el reclutamiento infantil en la Ciudad de México
Por HHR
CDMX, 10 de noviembre de 2025.- El informe presentado por la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) y el Centro de Estudios Sociales Antonio Montesinos (CAM) no sólo desnuda una realidad dolorosa: también exhibe la indiferencia de las autoridades, especialmente de las alcaldesas que gobiernan algunas de las zonas más vulnerables de la Ciudad de México. La trata y el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes no son fenómenos aislados ni marginales: son el síntoma más grave de una ciudad que ha abandonado a su infancia.
Las cifras son demoledoras. El estudio documenta que el 47% de las víctimas de trata en México son menores de edad, y tres de cada cuatro son mujeres adolescentes. No se trata de números fríos, sino de vidas truncadas, de infancias arrancadas por la violencia, la desigualdad y la falta de oportunidades. Y aunque el problema es estructural, tiene rostros y responsabilidades claras.
Basta mirar hacia Iztapalapa, Tláhuac, Ecatepec y Nezahualcóyotl: territorios donde la pobreza, la inseguridad y la desatención institucional son parte del paisaje cotidiano. En Iztapalapa y Tláhuac, gobernadas por alcaldesas morenistas que han hecho de los discursos sobre “seguridad y bienestar” un eslogan repetitivo, la realidad contradice sus promesas. Las y los menores siguen siendo presa fácil del crimen organizado que opera sin contención real.
En Tláhuac, la persistencia de grupos delictivos vinculados al narcomenudeo -mezclados con narcopolíticos-, y la extorsión ha generado un ecosistema perfecto para el reclutamiento juvenil. En lugar de estrategias integrales de prevención, las autoridades locales parecen más preocupadas por preservar el poder del grupo político que por reconstruir el tejido social roto. Mientras tanto, adolescentes son enganchados mediante vínculos familiares o afectivos, en una espiral de violencia que empieza muchas veces con la necesidad de un ingreso y termina con la pérdida de su libertad o de su vida.
Iztapalapa, por su parte, lleva años liderando los índices de violencia de género y explotación sexual infantil. Pese a ello, la alcaldía carece de un plan sólido de atención a víctimas, y los espacios seguros para niñas y adolescentes son escasos o inexistentes. La alcaldesa, Aleida Alavez, ha preferido atribuir los problemas a la herencia de administraciones anteriores o a la falta de recursos, pero lo cierto es que el abandono institucional se traduce en riesgos concretos para miles de menores.
La situación no mejora en los municipios conurbados como Ecatepec y Nezahualcóyotl, donde la combinación de precariedad, impunidad y violencia ha convertido a la niñez en objetivo constante de redes criminales. Las autoridades municipales parecen resignadas, como si se tratara de un fenómeno inevitable y no del resultado de años de desinversión social y corrupción.
El informe de REDIM y CAM advierte con claridad: sin inversión en educación, infraestructura comunitaria y políticas públicas con enfoque de infancia, la espiral seguirá creciendo. Pero las alcaldías siguen actuando de forma fragmentada, sin coordinación real ni protocolos efectivos. Las leyes existen —la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes y la Ley Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes—, pero su cumplimiento es la excepción, no la regla.
Resulta urgente recordar que la niñez no vota, pero sí padece las decisiones —o las omisiones— del poder. Cada adolescente reclutado, cada niña explotada, es el testimonio de un Estado y de unas autoridades locales que han renunciado a proteger.
La infancia en la Ciudad de México está en riesgo, y las alcaldesas de las zonas más afectadas tienen una deuda que ya no pueden seguir eludiendo. No basta con discursos sobre inclusión o seguridad. Se requiere acción, recursos y, sobre todo, voluntad política para romper el círculo de pobreza, violencia y reclutamiento que hoy consume el futuro de miles de niñas, niños y adolescentes.
Porque mientras las autoridades sigan mirando hacia otro lado, los grupos criminales seguirán encontrando en la infancia el terreno más fértil para su expansión.















