Por Dana Rodríguez
Ciudad de México, 11 de agosto de 2025.- Durante la presentación del Sistema Público de Cuidados, la secretaria de Bienestar e Igualdad Social, Araceli Damián, ofreció una lectura crítica del modelo capitalista que —según afirmó— borra de la ecuación económica a quienes no producen mercancías, pero sostienen la vida.
Damián enfatizó que ninguna revolución —ni siquiera las de izquierda— ha luchado por el tiempo libre de las mujeres, y cuestionó la idea del “hogar ideal” que olvida que cuidar no es solo amor: es trabajo no remunerado.
“El Sistema de Cuidados no es sólo una ley. Es una transformación profunda de la forma en que entendemos la economía, la democracia y el tiempo”.
El discurso se aleja de la narrativa institucional habitual y abre una conversación urgente: la pobreza de tiempo que enfrentan las mujeres es una forma de exclusión sistemática que perpetúa la desigualdad.
El riesgo de romantizar el sacrificio
Aunque el reconocimiento del cuidado como trabajo productivo es un avance, el Sistema propuesto no contempla remuneraciones directas ni pensiones para las cuidadoras no asalariadas, ni políticas de sustitución salarial temporal. Es decir: la carga sigue recayendo sobre mujeres, pero ahora con aplausos oficiales.
La retórica feminista no basta si no se traduce en redistribución de poder y recursos. Una ley que pone “en el centro” a las cuidadoras debe garantizar su bienestar económico, su tiempo libre y su autonomía. De lo contrario, corre el riesgo de perpetuar el ciclo de sobrecarga y pobreza, ahora bajo un marco jurídico “progresista”.















